La vista desde mi ventana
Vengo a hablar sobre mí. De lo que pienso cuando miro por la ventana.
Me fascinan los niños, su mirada.
Inquieta en todo momento pero susceptible de toda criatura alada
Todo les intriga: no hay excusa.
Al andar, lo que buscan, es encontrar su mirada con la tuya.
Observan mucho, cualquier sonrisa es digna de su pura admiración.
Lo que he de asegurar es que una simple ojeada causa esencial transformación.
Me hipnotizan los niños, su tiempo.
Ellos recorren el mundo siendo el tiempo mismo, no dejan que los atraviese, que se desvanezca.
Hacen uso de él, lo moldean, lo crean.
Especímenes de una sociedad somnolienta ellos, con el primer rayo de sol, simplemente despiertan.
Corren, juegan, saborean, revolotean y hasta alguna siesta se pegan.
No hay reloj que los corra.
Salvo un estómago hambriento que no deja que nada ni nadie se le imponga.
Me asombran los niños, su fidelidad.
A ellos mismos en primer lugar.
Esa inquebrantable lealtad a la hora de reír, imaginar y llorar.
No hay ni bien ni mal, tan solo la magia de atravesar.
Sienten tanto y tan fuerte que cansancio al final del día padecen.
Si tan solo supieran que un cansancio así difícilmente volverán a sentir
Una y mil veces a esta experiencia la volverían a elegir.
Me maravillan los niños, su volar.
A toda hora y en todo lugar ellos suelen viajar
Algunos en unicornio, otros en nave espacial
¿A cuantos lugares han debido llegar?
El secreto está en confiar para que el viento nos pueda elevar.
Me encandilan los niños, su pureza.
Las etiquetas aún esperan
Para ellos, no hay rarezas.
Nos enseñan lo que luego van a querer recuperar:
Nada más y nada menos
Que el arte de amar.
Me inspiran los niños, su probar.
Al no conocer, los pequeños arriesgan
Total
¿Qué podría llegar a salir mal?
De esta forma, logran aprender a caminar
Y por ende lejos llegar.
Me guían los niños, su casual habitar.
Algo en ellos me invita a recordar
Que la vida simplemente está,
Y que para vivirla
Solo debo salir a jugar.
- Lola de las Carreras
